martes, 3 de noviembre de 2009

La Chona va a McDonalds

Tras dos días de no ver la luz del sol, y fuera de peligro, al Cacho le dieron de alta del Instituto Modelo de Cardiología. Todavía sin saber a ciencia cierta qué fue lo que le causó el patatuf, el Cacho está caliente, se lo nota. Fue así que apenas salimos de la clínica, paró un tasi y le pidió muy respetuosamente: “A Rioja y Cañada urgente”. El fercho puso primera y en cinco minutos nos encontrábamos en la esquina solicitada. Ahí pude ver un enorme cartel con luces de colores que titilaban. Mi sueño se había hecho realidad. El Cacho me estaba llevando a un telo. “¡¡¡Qué buen polvo!!!” era el nombre del lugar. No tardamos ni dos minutos en instalarnos en la habitación tres, que se encuentra justo al lado del lavadero, también improvisado y convertido en una pequeñísima habitación. Cuando entramos pude ver que en lugar de patas, la cama tenía tres o cuatro ladrillos cumpliendo esa función. “Por mí, que la cama sea una hamaca paraguaya… total, no la quiero pa’ dormir”, pensé. Mientras mi Cachito comenzaba a sacarme toda la ropa con olor a hospital me cantaba al oído un viejo tema de Gary: “Porque tú eres sesy…” y a mí se me caían las chabombas. Les juro que toqué el cielo con las manos. En menos de una hora tuve “tres oréganos… tres órganos… tres orgasmos”. Eso… justamente eso… tres orgasmos. Cuando, de pronto, al finalizar el tercero grité fuertemente: “¡¡¡Chomasooooo!!!”. Me acordé justo en ese momento que me había olvidado al salchicha el sábado en la peluquería. Pa’ colmo ya era martes. Y claro… el sábado me fui del local de la Graciela Norma con la preocupación de conseguir la pastillita milagrosa. El domingo estuve todo el día en la clínica con el Cacho. Los lunes no abren las peluquerías… y hoy martes, me acordé. Lo dejé al Cacho poniéndose los calzoncillos y salí volando pa’ lo de la Graciela Norma Cuafer. Cuando llegué ahí estaba, sentadito, todo teñido de colorado. Parecía la Viviana Canosa, el guanaco. Me estaba esperando. El muy hijo de puta se había tirado todo un bol de tintura preparada y había estado correteando por todo el salón. No se imaginan cómo quedaron las patitas del Chomaso marcadas por todas las paredes blancas de la pelu. Cuando apenas hizo el amague de abrir la boca para decirme que le pagara la pintura, no le di tiempo y le mandé: “Ahí tené’ vo’ Graciela Norma Cuafer… Ojo por ojo… Mirá cómo quedé yo… Me falta la pelota de fulbo y la camiseta de Colombia y soy el Pibe Valderrama con tetas”. Lo cacé al Chomaso, ahora en versión colorada, y nos fuimos pa’ las casa. Justo cuando llegábamos nosotros, llegaba el Cacho.-¡Ey, viejita! Vo’ sabé’ que me pica el bagre – me dijo el Cacho.-A mí también Cachito – le contesté.-Debe ser de tanto juntar nuestros pupos – deslizó el viejo guarango.Y en el acto propuso:-¿No querí’ que nos vamo’ pa’ Madonal? Ahí tá’ laburando la Lorena, la hija de mi primo el Augusto. Y para allá partimos. Cuando llegamos a Mc Donalds hicimos la cola como todo hijo de vecino y unos pasos antes de llegar a la caja, a la Lorena le tocó atender a un anciano italiano de aproximadamente ochenta años. -Hola querita… Quiero una cajeta feliz – solicitó el tano.-Así que vó’ queré’ una cajeta feliz. Tomá, aquí tenés… - le dijo la Lorena mientras se abría de piernas y le ponía el cara e’ gaucho en la nariz al viejo. Lamentablemente, la Lorena fue despedida del Madonal. No pude comer mi Bic Mag y nos tuvimos que ir el Cacho, la Lorena y yo a casa a preparar unos sanguches de mondiola con queso. ¡Están mortales! ¡Qué Madonal ni Madonal!Mientrás nos morfábamos los sanguchazos me atreví a preguntarle a la Lore:-Decime nena… supongo que vó’ te habrás lavado el quetejedi antes de mostrárselo al viejo, sino a esta hora lo deben estar velando al pobre tano. La nena no supo qué contestarme y siguió comiendo el sándwich.

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