lunes, 29 de marzo de 2010

La Chona tiene un microemprendiento

Hace una banda que no escribo. Hasta me olvidé del lugar a donde estaban las letras en el teclado. Pero bue… el Ignacito me dio una mano y pude volver al ruedo.
La última vez les comentaba que le había mandado una carta a don Yaco. Respuestas, por supuesto, que no hubo. Y la citroneta terminó totalmente hecha mierda, gracias a las calles de la ciudad.
Ojo, no hay mal que por bien no venga. Los otros días mientras el Cacho me cebaba un mate amargo y mientras veía la gotera que decora el techo de las casas, se me ocurrió una gran idea, se me ocurrió.
-¡Ya la tengo, Cachito! – grité, mientras el viejo pavo se quemaba con el agua hirviendo del mate, producto del cagazo que le dí con el grito que pegué.
-¿Qué tení’, che vieja loca? – me preguntó el Cacho, siempre amoroso.
-¡¡¡Tengo el negocio del siglo!!! – le informé.
Y ahí nomás, manoteé el celular y me comuniqué con Eschoretti.
-Hola don Eschoretti… necesito una audiencia con usté’. Tengo un negoción.
Con este quilombo de las lluvias y las inundaciones, ¿por qué no hacemos una especie de Venecia cordobesa? ¿Se imagina lo pintoresco de andar viajando en bote por las calles de Córdoba? Y como toque decorativo, las cloacas que proliferan en nuestras calles pueden simbolizar las aguas danzantes. ¡¡¡¿Qué tul?!!!
No obtuve respuesta ni positiva ni negativa del otro lado del teléfono. Calculo que el bueno de Eschoretti debe estar analizando mi proyecto. Y, en este momentito, se debe estar dando cuenta de que es un gran negoción.
Es más factible que larguemos con este microemprendimiento a que se solucionen los problemas de cloacas y de desagües.

miércoles, 27 de enero de 2010

La Chona le envía una carta al intendente

¡¡¡Tengo los ovarios al plato!!! Los otros días se me saltó la térmica y escribí una carta al intendente. Como ya estaba engranada los incluí al gobernador y al matrimonio Kisner.
Don Yacomino, Eschoreti y los dos Kisner:
Yo soy una vecina más de la ciudad de Córdoba. Mi nombre es La Chona. Pago mis impuestos como todo buen laburante y barro la vereda tres o cuatro veces por día.
Sucede que los otros días me llegaron los impuestos y casi me da un soponcio, casi me da. El Cacho me tuvo que apantallar con la guía del teléfono pa’ que vuelva a recobrar vida.
De lu’ me llegó 133 mangos; de gas, 82 pe; de agua, 43… y eso que ni nos bañamos en las casa. El impuesto municipal, una guasada!!!
Le cuento también que con los basureros le erraron con el nombre que les pusieron. Más que Crese, sería Decrece. Hace como tres semanas que no pasan por el barrio. Yo ya estoy pensando en entrar la basura en vez de sacarla, cobrarle un abono al resto de los vecinos y cargarla en el Citroen que me entregaron los otros días.
Lo compré con el plan canje. Entregamos el Torino del Cacho y con unas cuotitas más sacamos la Citroneta modelo 73.
Bue… me fui por las ramas, me fui. Pienso en decirles a los vecinos que me voy a convertir en recolectora de basura. Así me hago de unos chelines más.
Saqué el Citroen por primera vez a la calle. Parecía que estaba manejando en la Luna, don Yaco. No había forma de esquivar los pozos, no había forma. A las tres cuadras, agarré un charco con agua de cloacas y me quedó colgado del vidrio un tereso que no había forma de sacarlo ni con el limpiaparabrisas.
Dos cuadras más, otro pozo. A la mierda el tren delantero. Se me cagó la dirección. Pa’ colmo que yo iba al Nuevocentro Shopping, tuve que terminar en el Patio Olmos, porque no había poder de Dios que el Citroen me doblara.
Llegué al Patio Olmos con un olorón a mierda en la Citroneta que ni se imaginan.
Apenas entré al yopin, cortaron la luz. Justo le tocaba a esa zona por el quilombo ese que hay con el transformador. Tres horas boludeando adentro del Patio Olmos. Decidí ir al cyber a escribir en el blog. ¡¡¡Pero no había luz!!!
Opté por hacer lavar el Citroen, pa’ sacarle el olor… “No podemos lavar, doñita. Es por la sequía, ¿vio?”
Esa fue la gota que rebalsó el vaso. ¿Me entiende, don intendente o a quién mierda agarre esta carta?
Si hace frío no hay agua porque las cañerías se congelan… si llueve, se inundad la ciudad, porque los bocas de tormenta están totalmente mugrientas… si no llueve, tampoco hay agua, por la sequía, y entramos en crisis hídrica… si hace calor, te cortan la luz, porque hay un exceso en el consumo, y no estamos preparados para eso…los basureros no recolectan la basura porque no dan abasto por la gente que tienen de vacaciones y por la que se enferma justo pa’ esa época…
En fin… esta ciudad, esta provincia y este país son un chiste. ¡¡¡Déjense de hinchar los huevos!!!

lunes, 18 de enero de 2010

La Chona se va a Brasil

Ay, gentes… Mil disculpas… No sé cómo carajo hacer pa’ que me perdonen.
Ni se imaginan lo que me pasó. Si mal no recuerdo, la última vez que estuvimos en sintonía fue el 22 de diciembre, aquel sagrado día en el que el Cacho me invitó a comer susi. Y io, casi parto a la eternidad.
Después me colgué, vino Navidad, despedidas de año, Año Nuevo… Y del pedo que me agarré con todas estas fiestas juntas, me desperté en el coletivo rumbo a Brasil… país tropical… laralalalala… Brasil… Brasil…
El hilo de baba me chorreaba sobre la campera del joven que venía sentado al lado mío.
¡Oh, sorpresa! No era el Cacho. El viejo pavo le andaba arrastrando el ala a las azafatas del ónibus. Que no son azafatas, pero cómo carajo se llaman las azafatas de los ónibus.
Ni bien me di cuenta que había abierto los ojos, mi hilo de baba se secó automáticamente. Claro, apenas agarramos la ruta el aire acondicionado se rompió. A los 250 kilómetros el baño era un santuario de teresos… Inhabitable.
Dos días de viaje, má’ o meno’. Llegamo’ al hotel que creo que era media estrella… y pa’ colmo, fugaz.
A mí todavía me duraba la resaca. Pero el Cacho y el Ignacito, ni lerdos ni perezosos se pusieron la malla y picaron pa’ la playa. Y io qué mierda iba a hacer.
Me probé la bikini y no me andaba. Así que me calcé el batón y pa’ allá partí. ¡¡¡Vamo’ a la playa… oh, oh, oh…!!!
Primer día en Brasil… Bombas y Bombiñas.
El Cacho me gritó: -Eh, Chona… dale gas que ahí viene el trenciño.
Cuando llegamo' a la playa, el Cacho se clavó como dos o tres caipiriñas y a la media hora ya estaba rechupadazo.
Yo, en cambio, me acomodé en la reposera y me puse a tomar sol. Pero, la muy pelotuda, se durmió. Y a las tres horas parecía un carbón, parecía.
Fui al hospitaliño… El doctorciño, muy sutil, me pidió que me saque el corpiño. Qué casualidad, aquí hablan todo con eñe.
-Y, dotor… ¿qué tem la Choniña? – ya me había contagiado y empezaba a hablar en portugués.
-Usted tem quemaduriña de segundo grado - me contestó el doctorciño.
Dos días a oscuras y con trapitos húmedos tuve que estar. Parecía el Fredy Kruger, ese de las pesadillas.
De mi cara salía pus, de mi panza salía pus, de mi culo salía pus…
Ya al tercer día, podrida de estar en cama, me dije: - Se van todos a la puta madre que los parió. Io me voy a la praia, me voy.Y allá fui.
Muy cuidadosa, me tiré al costado de la praia, puse la sombrilla y me tapé con un toallón. Parecía una especie de morsa que había anclado.
Pero no tuve peor suerte que, en ese preciso momento, vino una ola del tamaño de un edificio y barrió con todo: con la sombrilla, con el toallón, con la canasta del mate y con la Chona… la puta que lo parió.
Mientras hacía lo imposible por tratar de regresar hacia la costa, unos cuantos pendejos se asustaron y empezaron a gritar: -¡¡¡Un tiburón!!! ¡¡¡Un tiburón!!!
-Te voy a dar tiburón, pendejo de mierda – les grité y seguí recogiendo la bombilla del mate, un par de criollos mojados, las chinelas y unos ruleros nuevos que me había comprado pa’ estrenar en Navidad.
Muerta de la bronca y mientras el Cacho y el Ignacio se me cagaban de risa, cacé el bolso, dos reais pa’ el trenciñó y me fui al hoteliño. No sin antes gritarles: -¡¡¡Se pueden ir todos a la conchiña de la loriña!!!
Ahora estoy en la habitación del hotel viendo Pantanal y esperando que estos dos culiadiños se dignen a regresar.