lunes, 18 de enero de 2010

La Chona se va a Brasil

Ay, gentes… Mil disculpas… No sé cómo carajo hacer pa’ que me perdonen.
Ni se imaginan lo que me pasó. Si mal no recuerdo, la última vez que estuvimos en sintonía fue el 22 de diciembre, aquel sagrado día en el que el Cacho me invitó a comer susi. Y io, casi parto a la eternidad.
Después me colgué, vino Navidad, despedidas de año, Año Nuevo… Y del pedo que me agarré con todas estas fiestas juntas, me desperté en el coletivo rumbo a Brasil… país tropical… laralalalala… Brasil… Brasil…
El hilo de baba me chorreaba sobre la campera del joven que venía sentado al lado mío.
¡Oh, sorpresa! No era el Cacho. El viejo pavo le andaba arrastrando el ala a las azafatas del ónibus. Que no son azafatas, pero cómo carajo se llaman las azafatas de los ónibus.
Ni bien me di cuenta que había abierto los ojos, mi hilo de baba se secó automáticamente. Claro, apenas agarramos la ruta el aire acondicionado se rompió. A los 250 kilómetros el baño era un santuario de teresos… Inhabitable.
Dos días de viaje, má’ o meno’. Llegamo’ al hotel que creo que era media estrella… y pa’ colmo, fugaz.
A mí todavía me duraba la resaca. Pero el Cacho y el Ignacito, ni lerdos ni perezosos se pusieron la malla y picaron pa’ la playa. Y io qué mierda iba a hacer.
Me probé la bikini y no me andaba. Así que me calcé el batón y pa’ allá partí. ¡¡¡Vamo’ a la playa… oh, oh, oh…!!!
Primer día en Brasil… Bombas y Bombiñas.
El Cacho me gritó: -Eh, Chona… dale gas que ahí viene el trenciño.
Cuando llegamo' a la playa, el Cacho se clavó como dos o tres caipiriñas y a la media hora ya estaba rechupadazo.
Yo, en cambio, me acomodé en la reposera y me puse a tomar sol. Pero, la muy pelotuda, se durmió. Y a las tres horas parecía un carbón, parecía.
Fui al hospitaliño… El doctorciño, muy sutil, me pidió que me saque el corpiño. Qué casualidad, aquí hablan todo con eñe.
-Y, dotor… ¿qué tem la Choniña? – ya me había contagiado y empezaba a hablar en portugués.
-Usted tem quemaduriña de segundo grado - me contestó el doctorciño.
Dos días a oscuras y con trapitos húmedos tuve que estar. Parecía el Fredy Kruger, ese de las pesadillas.
De mi cara salía pus, de mi panza salía pus, de mi culo salía pus…
Ya al tercer día, podrida de estar en cama, me dije: - Se van todos a la puta madre que los parió. Io me voy a la praia, me voy.Y allá fui.
Muy cuidadosa, me tiré al costado de la praia, puse la sombrilla y me tapé con un toallón. Parecía una especie de morsa que había anclado.
Pero no tuve peor suerte que, en ese preciso momento, vino una ola del tamaño de un edificio y barrió con todo: con la sombrilla, con el toallón, con la canasta del mate y con la Chona… la puta que lo parió.
Mientras hacía lo imposible por tratar de regresar hacia la costa, unos cuantos pendejos se asustaron y empezaron a gritar: -¡¡¡Un tiburón!!! ¡¡¡Un tiburón!!!
-Te voy a dar tiburón, pendejo de mierda – les grité y seguí recogiendo la bombilla del mate, un par de criollos mojados, las chinelas y unos ruleros nuevos que me había comprado pa’ estrenar en Navidad.
Muerta de la bronca y mientras el Cacho y el Ignacio se me cagaban de risa, cacé el bolso, dos reais pa’ el trenciñó y me fui al hoteliño. No sin antes gritarles: -¡¡¡Se pueden ir todos a la conchiña de la loriña!!!
Ahora estoy en la habitación del hotel viendo Pantanal y esperando que estos dos culiadiños se dignen a regresar.

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