domingo, 29 de noviembre de 2009

La Chona va al baile

Cuando llegamo’ al baile, en la entrada me paró un urso de seguridad.
-Señora, la tengo que palpar – me dijo el grandote.
-Toque nomás – le contesté.
Y el encargado de seguridad se sorprendió cuando, a la altura de la cintura, sus manos empezaron a temblar.
-¿Qué es esto, doña? – me preguntó atemorizado.
-Slender Shaper – le informé.
-Lo va a tener que dejar acá – me aconsejó.
-¡¡¡Gracia’ Dio’…!!! – grité.
No aguantaba más esta mierda, no aguantaba.
Una vez adentro del estadio me atrapó una bella, dulce, delicada y suave melodía: “… ¿quiéééén… se ha tomado todo el vino… oh, oh, oh…?”
¿Cuánto tiempo ha pasado? Me acuerdo que antes me tenían que echar de los bailes. Y ahora no piso uno ni de milagro.
Y mientras la Mona seguía entonando ese mítico y entrañable himno (“¿quiééén se ha tomado todo el vino… oh, oh, oh…?), el Cacho parecía tener todas las respuestas a ese interrogante. Mejor dicho, todas las cajitas de vino que a la Mona se le habían perdido. El Cacho había entrado al Estadio del Centro totalmente ladeado, haciendo malabares como para que no se le caiga ni una gota de alcohol por ninguno de los agujeros de su cuerpo humano.
Cuando la Mona terminó la primera selección y mientras la Dora se había acodado en el buffet para comprar un vaso de vino tinto con Pritty, me acerqué al escenario y le silbé a la Mona.
-¡Eh, Chonita querida! ¿Cómo andás guacha? ¡¡¡Estás igual!!! – me dijo la Mona.
-Igual que vos, guanaco. ¡¡¡Estamos hechos mierda!!! – le contesté.
-Vení, vení. En la próxima selección subís a cantar conmigo. ¿Te acordás de las canciones? – me preguntó.
-Cómo me voy a olvidar de esa parte hermosa de mi vida, Monita.
Y me llevó al camarín para que me cambiara. Me dio una musculosa diminuta.
No me quedó otra que ponérmela. Fajada quedé. Parecía el Increíble Hulk cuando se le empieza a rasgar la ropa.
“No hay drama me dije. A contener la respiración y a cumplir con el sueño”.
Allá fuimos, rumbo a la segunda selección. Arrancamos con El Marginal. Yo le hacía coros a la Mona y bailaba.
No pasaron más de cinco minutos, que mientras hacía un pasito que la gente festejaba y cantaba “el marginal me llaman… el marginal…”, hago tres pasos para adelante, dos para atrás, tres para adelante, y… producto de la falta de luz y otros alcoholes, no me di cuenta que se me había acabado el escenario y me fui a la mierda.
Terminé revolcada en el piso del Estadio del Centro, arriba de una cajita de vino Cavic.
Pa’ colmo, cuando había iniciado mi caída me enganché en un clavo del escenario y ahí quedó incrustada mi bombacha, como si fuera una bandera de guerra.
Ante esto, todo el mundo se puso a cantar: “…La Chona se clavó… se clavó… La Chona se clavó…”
Cuando vino el Cacho a intentar levantarme, del pedo que tenía terminó cayéndose encima mío. Pa’ colmo, ni me reconocía y, borracho y todo, me hacía el verso con la intención de conquistarme.
-Viejo pavo… ¿no ve’ que soy io… La Chona? – le dije.
Y él ni siquiera me respondía. Era como que el coágulo había entrado en acción, o que las neuronas también se habían chupado.
Con la Dora no se podía ni contar. La muy turra estaba en la barra, tratando de levantarse al buffetero pa’ que le fíe un vino con Pritty.

viernes, 27 de noviembre de 2009

La Chona va a una fiesta de disfraces

Por supuesto que esa noche dormí en lo de la Dora. No daba pa’ llegar a las casas y decirle al Cacho que le hice pomada la jubilación.
Al otro día, cuando nos despertamos, la veo a la Dora que estaba hablando por teléfono muy entusiasmada. Era su novio.
Cuando cortó, a las tres horas y media, me dijo: -Chonita… preparate que hoy tenemo’ una fiesta de disfrace’, tenemo.
-¿Lo qué? – le pregunté.
-Lo que escuchaste tarada. Yo ya tengo mi disfraz – me aclaró.
Claro, el problema ahora era mío. Yo tenía que resolver de qué mierda me iba a disfrazar. Y no era para nada fácil. Imagínense un disfraz pa’ semejante masa corporal.
La Dora me aconsejó que lo llamara al Cacho, para invitarlo. Me dijo que eso podía suavizar la tensión del asunto de la tarjeta y que con dos vinos encima el Cacho ya ni se acordaría de su jubilación.
-Hola Cachito… ¿Qué acelga? – le pregunté.
-Nada Chonita. Estoy viendo un partido: Sacachispas vs. Desamparados de San Juan – me informó.
-¡Qué instructivo lo tuyo, Cachito! – le reproché mientras la Dora me hacía señas pa’ que lo tratara bien. Había que dorarle la píldora en este momento.
-Escuchame Cachito… Hoy tenemo’ una fiesta de disfrace’, tenemo’. Yo voy a quedarme en lo de la Dora pa’ ver de qué nos disfrazamos.
-¿Y desde cuándo estás en lo de la Dora vó’? – me preguntó.
Ni cuenta se había dado el tarado de que yo me ausentaba de las casas desde ayer.
“Desde que te hice mierda todo el sueldo”, tenía ganas de responderle pero no daba.
-Na, Cachito… desde hoy a la mañana. Me vine temprano a tomar unos mates amargos con la Dora y nos colgamos dándole a la lengua.
-Bue… Quedate tranquila que yo me encargo de mi disfraz – me dijo el Cacho.
A las cinco de la tarde se me prendió la lamparita.
-¡¡¡Ya sé de qué me voy a disfrazar!!! ¡¡¡De la Mujer Maravilla!!! – grité fuerte.
Desde ese preciso momento y hasta las nueve de la noche no paré ni un segundo en la producción de mi vestimenta.
Cuando ya tenía todo listo, la imité a la verdadera Mujer Maravilla. Porque, en realidad, yo era la Mujer Maravía. Me miré al espejo, dí media vuelta como la súperchica y aparecí vestida. ¡¡¡Estaba fatal!!!
Sí, los yorcitos estaban al borde de la explosión, por abajo del topcito ese que usa la guacha se me escapaba el más rebelde de mis rollos y el cinturón que usa la Mujer Maravilla no me quedó otra que ponérmelo en el cuello. Era en el único lugar del cuerpo humano en donde llegaba a abrocharlo.
Allá partimos… a la partuza. Caímos con la Dora, que se había disfrazado de enfermera sesy.
A los cinco minutos apareció el Cacho, disfrazado de Batman. Más que Batman era Barman, porque en el pecho en lugar de tener un “murciégalo” tenía una boteia de ginebra. Apenas me vio no se pudo contener el guacho y me avanzó: “Vení mamita, engañemos a la Batichica”. Por supuesto que yo no me resistí.
A las dos horas de estar bailando y de entrarle a las empanadas, los sanguches y las cervezas el yorcito, mejor dicho el botón del yorcito dijo basta. “Hasta aquí llego yo”. Y salió impulsado como un boomerang que solamente va, para impactar contra el huevo derecho del Cacho, en este caso Batman o, para ser más correcta, Barman.
-¡¡¡Uy!!! ¡¡¡Qué dolor!!! – gritaron todos.
Les juro que hasta a mí, que carezco de vóvelin, también me dolió. Al Cacho le empezó a correr una fría y gruesa gota de transpiración por la frente y casi casi se descompone.
-¡Cómo se nota que a estos guanacos no le viene la regla todos los meses o que nunca en la vida han tenido un crío! ¡Eso es realmente dolor! ¡Tanto quilombo por un huevito!
Ya repuesto del incidente, seguimos bailando. Y justo en el momento que más divertido estaba y mientras yo danzaba “…Alza las manos si tu quieres bailar…”, levanté las manos y dí justo con la lamparita amarilla que iluminaba el lugar. ¡¡¡La quemé!!!
Fue entonces que cuando la desenrosqué para cambiarla vi claramente esa imagen. ¡Y les juro que no estaba chupada!
-Mirá Dora. Una V y una M - le dije sorprendida mostrándole lo que habían formado los filamentos de la bombita.
-Esa es una señal… Significa Virgen María – me dijo la Dora.
-No, boluda. Esto quiere decir Viva la Mona – la corregí.
Y en el acto comprendí el mensaje que me había caído desde el cielo. Yo debía ser bailarina de la Mona Jiménez. Me imaginaba haciendo las señas como el más grande: Villa Siburu, Alto Alberdi, Empalme, Villa Páez, Villa Los Cuarenta Guasos…
No pude más de la emoción. Le pedí el celular prestado a la Dora y hablé al Estadio del Centro. Sabía que la Mona estaba ahí esa noche. Y conocía el número de memoria; si habré reservado entradas con anticipación pa’ los bailes de Carlitos.
-Sí, hola… ¿Estadio del Centro? Yo quisiera hablar con don La Mona Jiménez. ¿Se encuentra? – pregunté.
-¿De parte de quién? – me volvieron a preguntar.
-De su próxima futura y encantadora Paquita. O, mejor dicho, en este caso Chonita.
-Deme un segundo. Ya la atiende.
A los diez segundos estaba hablando con La Mona.
-Diga – se escuchó del otro lado del teléfono.
-Hola Monita, soy yo… La Chona – le informé.
-Hola Chonita querida. Tanto tiempo. ¿No me digá’ que te separaste y volvés al ruedo? – me preguntó La Mona.
-No, Charly. Pero quiero bailar pa’ tu grupo – le conté.
-Bueno Chona. Vo’ sabé’ que con vo’ está todo bien. Llegate pa’ el estadio.
Los agarré del brazo al Cacho y a la Dora, me puse un alfiler de gancho en lugar del botón y salimos.
Mientras salíamos me paró un tipo y me dijo: “¡¡¡Qué buen baile!!! ¿Es rap o hip-hop?” Era el Slender Shaper. Hacía como tres días que lo tenía puesto y no sabía cómo apagarlo.
Las abdominales mías estaban mejores que las del pelotudo de Viloni, ese de 100 por Ciento Lucha.

miércoles, 25 de noviembre de 2009

La Chona adelgazó

¡Tré’ días estuve en el hospital! Imagínense. No me quedó otra que bajar de peso.
¡¡¡Tré’ días a calabacín!!! Veo un calabacín y lloro.
Apenas llegué a las casa, lo primero que hice fue encerrarme en el baño. Agarré la balanza y me le paré encima, me le paré. Increíblemente la guanaca esta marcaba por debajo de los tres dígitos. ¡¡¡Se había arreglado!!!
Claro, cuando quise ponerme los Calvin Klein que el Cacho me había regalado pa’ cuando cumplí 33 me quedaban llorando, me quedaban. Cacé la blusa azul que uso siempre y me la probé. Era un lamento. Me bailaba.
Me paré, pensativa, frente al espejo y reflexioné: “No tengo qué ponerme”. “Estoy en pelotas”. Sin dudarlo ni un segundo más, empecé a manotear y a bolsiquear en los pantalones y los sacos del Cacho hasta que tanteé, intercepté, encontré, hallé un plástico.
Porque, convengamos que las mujeres tenemos un olfato especial para ese tipo de plásticos, los detectamos al toque. Y sí, cuando lo saqué del bolsillo efectivamente era el plástico que andaba necesitando.
-Hola Dora… ¿qué acelga? En cinco te paso a buscar así vamo’ al yopin. Vamo’ a reventarle la tarjeta al Cacho – la llamé por teléfono, en carácter de urgencia.
Cuando llegué con el tasi a la casa de la Dora ya estaba la loca esperando en la puerta, de punta en blanco. Porque también tenemos que reconocer que para lo único que somos puntuales las mujeres es para ir al yopin, de compras, a delirarnos la tarjeta o el efectivo. Da igual.
No se imaginan lo que fue nuestro paseo por el Nuevocentro. Fue pura felicidad. ¡¡¡Estábamos en el Paraíso!!!
Me compré una cartera y una más chiquita pa’ la Dora. Después me fui a Giordano a que me retocara un poco las grenchas y la Dora se hizo la permanente. Más tarde me compré un coiar, y pa’ la Dora un par de aritos. Fuimo’ al cine, a tomar un helado, a comer al Madonal’s.
Después volvimos al Giordano y tras gritarle “No me peguen… soy la Chona”, le pedimos que nos esculpiera las uñas. Al plástico, paradójicamente, lo hicimes de plástico.
Estaba de tan buen humor, en medio de mi terapia de compras, que hasta bromeé con las vendedoras.
-¿Con qué va a pagar? – me preguntaron cuando compraba el Slender Shaper, qué no sé en qué preciso momento lo voy a utilizar.
-Con Forni Card – sonreí.
-Usted se lo puede poner ya y mientras pasea por el shopping sus abdominales trabajan – me aconsejó la vendedora.
Eso hice. Parecía La Momia caminando por el shopping. Me temblaban desde la punta del dedo gordo hasta las pestañas postizas, me temblaban.
Cuando llegamo’ al Patio de Comidas se acercó una camarera y nos preguntó:
-¿Qué se van a servir?
-Dos ensaladas de la casa – pedí toda temblorosa.
-¿Se siente bien? – me preguntó la joven.
-Slender Shaper – le informé mientras me castañeteaban los dientes.
-Ah… es buenísimo. Yo también lo uso – me informó la joven muy entusiasmada.
Y se notó realmente que lo usaba cuando nos traía el pedido. Se ve que el roce del aparato con la bandeja hizo que el Slender Shaper pasara a un nivel más rápido, por lo que el temblequeo de la camarera aumentó considerablemente, perdió el equilibrio y allá fueron las dos Cocas Zero, las ensaladas de la casa… ¡¡¡y la camarera!!!
Una vez que terminamos de saborear las exquisitas y abundantes ensaladas de la casa (yo creo que la tapita de la Coca era más grande que el plato en donde estaba la ensalada) llamamos a la moza, que a esta altura estaba parchada por todos lados.
-¿Te hiciste algo querida? – pregunté un tanto preocupada.
-Me hice teta – me dijo la pendeja.
-Tomá, cobrate – le dije mientras le extendía mi brazo con el plástico en mi mano derecha; que ya a esta hora de la tarde el plástico ya estaba hecho de goma.
-Pero esta no es una tarjeta de crédito. Es de débito. – me dijo muy canchera la mocosa.
-Y bue… pa’ el caso es lo mismo. Cobrate de ahí. – le respondí.
Al cabo de cinco minutos la veo venir a la chica esta, que ya a esta altura no me caía tan simpática como al principio. Venía ya con la curita de la ceja derecha medio despegada, tapándole el ojo y esquivando mesas.
-Seora… no tiene saldo, no tiene – me dijo encabronada.
-Pelá la billetera Dora – le grité a mi compañera de compras.
Y haciendo pucheros, la Dora me murmuró: - No tengo ni un cospel Chonita.
-Bueno no importa. Tomá, quedate con esto pendeja y usalo con tu novio – le dije mientras manoteaba una de las bolsas que tenía un baby dol. Un baby dol en el cual podían entrar, por lo menos, tres pendejas del tamaño de la camarera.
Ya solucionado el asunto decidimos volver pa’ las casas, pero a pata. No teníamos ni pa’ el tasi. Cuando estábamos a mitad de camino entre el yopin y las casa me puse a pensar cómo habíamos pagado todas las cosas que habíamos comprado si esa no era una tarjeta de crédito.
Y en el acto, no pasaron ni dos milésimas de segundo, me di cuenta:
-Dora… ¡¡¡le hicimo’ bosta el sueldo, el aguinaldo y las asignaciones familiares al Cacho, le hicimo’ bosta!!! ¿Vo’ tení una cama de sobra en tu casa? ¡Yo a la mía no vuelvo ni mamada!




lunes, 23 de noviembre de 2009

La Chona sigue a dieta

A ver… a ver… lunes: un tomate con una planta de lechuga. ¡¡¡Esto de la dieta me está matando!!!
A todo esto, yo creo que la falta de hidratos de carbono, la ausencia de los crollos nuestros de cada día, del caserito con chicharrón y de los fritos hacen que no oxigene bien mi cerebelo. Amigos, debo confesarles… me parece, no estoy segura… ¡¡¡que estoy perdiendo la memoria!!! Pa’ colmo, no me acuerdo ni cómo se llama el pibe este: Cholo… Chávez… Pocho… ¡¡¡Cacho!!! ¡¡¡Ahí está… Cacho!!! ¿Pero quién mierda es el Cacho este?
Sin embargo, los resultados son increíbles. A casi una semana de haber empezado la dieta y a base de sacrificio carajo… ¡¡¡aumenté un kilo y medio la puta que lo parió!!!
A veces me pongo a pensar, me pongo. ¿Por qué será? Y los otros días lo descubrí. Pueden ser por los churros que había encanutado en la mesita de luz y a los que cada tanto les pegaba un mordiscón, yo junto a unas cuantas hormigas que andaban por el cajón de la mesita.
Pero hoy me harté… “¡¡¡Queridas compañeras en lucha, vamos a vencer este obstáculo!!!” La Marta me miraba sin entender nada, como si Giordano estuviera diciendo que ahora se va a dedicar a la cocina.
-Mirá Martita. Hoy empezamos la actividad física – le dije.
-Ajá – me contestó la Marta, que se caracteriza por ser muy verborrágica.
-A las cinco de la tarde vamos a andar en bicicleta.
Five o’ clock parecía una inglesa como esperando a tomar el té.
-¡Qué puntual, Chonita! – me dijo la Marta.
-La balanza no nos va a ganar – le respondí.
Apenas me subí a la bici advertí que el pequeño, diminuto asiento se había enterrado en mi… Pa’ qué dar mayores explicaciones, si ya todos entendimos.
Llegamo’ al Parque de las Naciones hechas unas locas. Mis calzas amarillas estaban infartantes. Con decirte que hice caer a dos viejos pavos que iban corriendo. Y por mirar mis atributos, mis cualidades, los boludos se tragaron un árbol.
Cuando iba subiendo la subida del Parque y antes de empezar a bajar la bajada, noté que la bici me pesaba un huevo hasta que, de pronto, dos pibes me gritaron: “Che vieja huevona… sacale la patita sino no vas a llegar a ningún lado”. Eso hice y el viaje se hizo más liviano.
“Bue… por lo meno’ gasté un poco más de calorías”, imaginé. Pero ni bien terminé de pensar en las calorías gastadas sentí que no me entraba ni una gota de aire. Cuando recobré el conocimiento pude ver a la Marta, con todos sus kilos, y a las dos bicicletas encima mío.
Y ahí recordé todo. Dos segundos antes yo me olvidé de frenar y le toqué la rueda trasera a la Martita. La desestabilicé y nos hicimos mierda.
Por suerte, un buen vecino llamó al 107, el servicio de emergencias. “… para socorrer a viejas boludas, presione el 4”, decía el contestador del 107. Y el buen hombre presionó. Y, por eso, nos llevaron al Clínicas.
Y, como si esto fuera poco, parece que el tema de la dieta nos condena; me sirvieron un zapallito y medio calabacín de almuerzo.
Pa’ colmo, el chico este… el Cholo, Pocho, Chino… ¡¡¡el Cacho!!! El Cacho se me caga de risa desde la puerta.
-¡¡¡Dale viejo huevón… andá a comprarme un choripán!!!

jueves, 19 de noviembre de 2009

La Chona a dieta

Después de ese desagradable suceso diarreico y de una jornada de colitis aguda me fui a apolillar. Al otro día, cuando me levanté, pensando que había adelgazado unos cuantos kilitos al haber ido tantas veces al ñoba, miré la balanza y superé el temor que le tenía. Me le paré encima y pensé “que sea lo que sea”.
Y fue lo que debía ser. La guacha andaba pa’ la bosta. Se descompuso justo cuando yo la tenía que utilizar. ¡¡¡La aguja marcaba tres dígitos!!!
Agarré la balanza de una, abrí la puerta del baño y me fui pa’ el service. Ni le contesté al Cacho cuando me preguntaba, tostadas en mano, a dónde iba. Salí echando humo… parecía el tren de las nubes.
Cuando llegué al service, lo encaré mal: -Don técnico, esta guanaca anda pa’ la mierda – le grité al buen hombre.
-A ver… veamos. ¿Qué le está pasando? – me preguntó.
-Mire, vea. Está pesando de más.
Y el muy sinvergüenza se sacó los timbos y se paró sobre la báscula.
-Señora, temo decirle que la balanza anda bien. Mire. Yo peso 78,200 y aquí me está marcando 78,400. Debe ser por las bolas de fraile que me comí en el desayuno – me informó el técnico.
-No puede ser. Yo se la dejo a esta cosa. Usted revísela bien. Yo vuelvo mañana – lo obligué a que revise el armatoste.
Al otro día cuando volví a lo del técnico el buen hombre me comunicó que sí, que evidentemente había un pieza que estaba desgastada.
-Mire Chonita. Le cambié esta piecita – me dijo.
-¿Vio? ¿Vio que algo andaba mal? – me sentí un poco más aliviada.
-Son 140 pesos – me largó.
Y no me quedó otra que pagárselos. Tanto había insistido en que la máquina esa tenía algo que ahora no podía decir ni mu.
Volví a casa pensando que este buen hombre me había arrancado la cabeza. “Un poco caro por un resorte de porquería”.
Apenas atravesé la puerta de entrada a las casa y mientras el Cacho me decía “Hol…”, yo ni lo miré y me interné directamente en el baño: “Ahora vas a ver guacha cuánto peso io. Decime la verdá’, batime la posta”.
Y fue ahí cuando me batió la posta: 104,200. ¡¡¡Más que ayer!!!
El técnico me garcó, gasté 140 pesos al pedo y encima cada vez peso más.
No queda otra, hay que aceptar la verdá’ por más dura que sea. Pero aún me quedaba una última carta para resignarme definitivamente.
Fui al ropero, cacé el vaquero que me había regalado el Cacho pa’ mi último cumpleaño’ e intenté ponérmelo. ¡¡¡Morada quedé!!! No me entraba ni en un tobillo. No podía ni respirar, no podía. Casi tenemos que llamar a los bomberos pa’ que me saquen los lompas de mi humanidad.
“Es hora de empezar la dieta”, pensé.
Y al otro día, al alba, estaba en lo del Dotor Cormillot, en Dieta Clú’.
-Aquí está su dieta, doña Chona – me dijo la nutricionista.
-A ver… a ver: desayuno, una tostada; almuerzo, un tomate; merienda, un diente de ajo; cena, una sopita – leía mientras puteaba por lo bajo.
Pero, les cuento, me la banqué y aguanté la dieta por… cinco horas, má’ o meno’. Tengo un humor de perros. Me quiero comer un buen choripan y de postre un kilo de helado de tramontana. Pero también tengo que hacer un esfuerzo, sino voy a llegar al verano con las dimensiones de una foca.
Mañana les cuento cómo terminé mi primer día de dieta. Porque, al final, los que van a pagar los platos rotos, con mi humor de mierda, van a ser el Cacho y el Ignacito. ¡¡¡Pobres ángeles!!!

sábado, 14 de noviembre de 2009

La Chona piquetera

Después de semejante espectáculo y mientras los “mozaicos” llevaban en andas a la Mabel, se nos acercó Pancho y muy sutilmente nos sugirió: “Bellas damas, las invitó muy gentilmente a abandonar el lugar”. Traducido al cordobé’ básico, Pancho nos quiso decir algo así como: “Viejas borrachas, váyanse a la mierda”.
Una vez en la puerta, me acordé que el Cacho me había dicho que nos habían cortado el agua. Tenía que ir a Aguas Cordobesas urgente. Pero con el aliento que tenía no podía ir ni a las casa. Imagínense… nos tomamos como tres totín entre la Matilde y yo. Calculá que caiga a Aguas Cordobesas y le diga: “… necesito que me devuelvan el agua…” “¿Pa’ qué? Si con una quirca usted está hechita, doña Chona”, me contestarían.
Paré en el primer kiosco y me compré una tabletita de chicles Beldent súper extra ultra mega fuertes. Esos que vienen con el envoltorio negro; los que te destapan las cañerías desde el tujes hasta el naso.
Apenas me metí uno a la boca parecía que estaba en el Glaciar Perito Moreno.
Dos horas tardé en llegar al Centro. Cuando llegué… Ay mamita, qué quilombo.
Había marchas contra Schiaretti, contra Giacomino, contra Juez (que ya no está en el poder), contra Cristina (de más está decirlo; hay marchas contra ella a diario), marchas del orgullo gay, una marcha nudista, la Marcha de la Bronca y la Marcha de San Lorenzo.
En eso que trataba de atravesar a la gente para poder llegar a Aguas Cordobesas me lo cruzo a Danielle.
-Eh, Danielle… ¿qué pasa? – le pregunté al titular del SUOEM.
-Estamos luchando por nuestros derechos – me dijo.
Dos metros más adelante me encuentro con Carmen Nebreda, manifestando a favor de los docentes. En el acto pensé, “si le pregunto por qué están manifestando me va a contestar lo mismo que me dijo Danielle”.
Así que apelé al humor: -Carmen… ¿dos por dos?
Nebreda no supo qué contestarme. No sé si la sorprendí o realmente no sabía las tablas.
Cuando, por fin, pude llegar a Aguas Cordobesas veo en la puerta un pequeño cartelito, escrito con lapicera, que decía: “Cerrado por falta de agua”.
"En casa de herrero, cuchío e’ plástico”, pensé. Y con el calorón que hacía, 40 grados a la sombra, paré a un heladero, fuera de servicio, que pasaba y le compré un heladazo de limón.
Cuando terminé de degustarlo leí en el envoltorio “vence 10 de diciembre…”
-Ah, tá bien” – pensé.
“… de 2004.”
-Con razón estaba fuera de servicio el guanacazo este. Pero como los municipales estaban de paro, salió a ver si podía deshacerse de la mercadería que tenía encanutada en su casa.
Volví enfurecida pa’ la marcha de los municipales y me le fui al humo al Danielle este. Lo encaré mal, le arrebaté el bombo y me puse a cantar: “…Cristina, compadre…”. Todos me siguieron el ritmo y en un instante ya estaban aunados en una sola marcha y cantando en contra de la presidenta, los municipales, los que estaban en contra de Schiaretti, los que estaban a favor, los docentes, los no docentes, los nudistas y los que marchaban por el orgullo gay.
De repente se escuchó una gran explosión. Paramos todo y pregunté a los gritos:
-¿Quién tiró una bomba de estruendo?
Nadie se hizo cargo del asunto. Mutismo total.
Sin embargo, se empezó a sentir olor a quemado. Y, pa’ colmo, muy cerca de mí. Es más, después me di cuenta. Era yo.
El helado vencido que me había vendido el heladero fuera de servicio me había fulminado. Por eso, ese estruendo, lamentablemente debo confesarles, era un pedo que se me escapó. ¡¡¡Me había cagadoooo!!!
Ahora los tengo que dejar porque estoy poniendo los calzones en el lavarropas. No se imaginan lo que fue venirme caminando veintitrés cuadras… con cuarenta y tres grados de sensación térmica… y pa’ colmo… ¡¡¡TODA CAGADAAAAAA!!!

miércoles, 11 de noviembre de 2009

La Chona se reúne con ex compañeras de primaria

Gracias a Dios y a la Virgen Santa, el padre de la pendeja se apiadó de nosotros y no levantó ningún tipo de cargos. Decí’ vos che… porque al otro día yo tenía la juntada con mis ex compañeras de primaria. No las veo desde que yo dejé en sexto grado pa’ irme a vivir con mi tía Inés.
Recuerdo que a la semana de instalarme en la casa de mi tía Inés, lo conocí al Carlitos, mi primer novio. Y unos años más tarde, también en la casa de la tía Inés fue que tuve mi primer relación sesual. Gracias a Dios, la tía había sido precavida y unos meses antes me había hecho colocar el diux.
Bueno, como les contaba… yo dejé la escuela primaria en sexto grado. Colegio de monjas: San Luis Gonzaga. Pero parece que mis compañeras todavía me recuerdan con cariño.
Los otros días me mandó un mensaje de texto la González, la que se sentaba en el primer banco: “Hola Chonita, tanto tiempo. Nos juntamos con las chicas del primario el miércoles a la una de la tarde en la Ruleta de Pancho”.
Allí estuve, de punta en blanco a la una menos cinco. Quería saber qué había sido de aquellas viejas compañeras de primaria. Imaginé que más de una debía haber seguido el camino religioso pero, desgraciadamente, me equivoqué.
A la primera que vi llegar, mientras esperaba en la esquina de la parrillada, fue a la Olga. La reconocí al toque, mientras se acercaba moviendo el culito encerrado en esa diminuta minifalda. “Estás igual, hija de puta…”, le grité antes de que nos fundiéramos en un abrazo.
-¿Y vó’ a que te dedicai? – le pregunté.
-Yo soy una reconocida empresaria putícola – me contestó.
-Aja – murmuré. –¿Y dónde tení tu negocio? – proseguí con el cuestionario.
-En Rioja y Cañada – me informó.
No quise hacer más preguntas… No vaya a ser cosa…
Una vez que estuvimos sentadas en la mesa me di cuenta que éramos más de veinte. Imagínense el lorerío. “Yo tomo a las tres de la tarde la pastilla para la tensión y a las siete el Alplax…”, comentaba la Tere. “Yo me tengo que teñir el pelo cada dos semanas. Tengo una peluquera que es un amor…”, contaba la Irma. Y yo no pude evitar pensar “mientras que no sea como la culiada de la Graciela Norma. Rubia me dejó la zorruda”. Y aproveché para mirarme de reojo en uno de los espejos del salón y noté que aún quedaban unos vestigios de aquel rubio erróneo.
Mientras las locas encargaban chinchulines, mollejas, falda, cabrito, lechón, vacío y una sarta de huevadas más veo que en un rincón, muy callada, estaba la Matilde sentadita y muy solita. Entonces me acerqué y le pregunté: “¿Cómo estás Matilde?”, cuando, en el acto me llamó la atención una botellita de Pritty de medio litro con un líquido incoloro, justo al lado del plato de ella. Supuse que la Matilde se habría inclinado hacia la bebida. Que se estaba dando con ginebra. Pero ante la duda le pregunté. –Decime Matilde. ¿Qué es eso que llevai en la boteita?
-Formol – me contestó con un hilo muy delgado de voz.
Mientras pensaba en voz baja “por qué no te callai Chona y la concha de tu hermá… Siempre preguntando cosas que no hay que preguntar", la Matilde me aclaró: - …El médico me aconsejó que cada veinte minutos embeba este algodón en el líquido y me lo pase por todo el cuerpo.
Estaba hecha mierda la guanaca. Yo, al lado de ella, era Sharon Stone.
Les cuento que a la media hora, más de una ya estaba rechupadaza. Incluida yo.
A las tres y media de la tarde, Pancho (el dueño del lugar) empezó a apagar las luces, recoger los mentales y todos los menesteres previos al cierre. Pero no había caso, nosotras no nos íbamos.
Minutos antes de que nos echaran, literalmente hablando, la Mabel tomó la batuta, ya muy chupada, y golpeó con la chucara la copa de vino: ¡¡¡Adenzión!!! ¡¡¡Adenzión!!! Quedidaz abigaz… Bellaz mujedez…
Pensé “esta está hablando pelotudeces. Lo de bellas mujeres de dónde mierda lo sacó. Si no había ni una que zafara del desguace”. Y antes de que yo terminara con mi pensamiento y de que ella terminara de pronunciar “mujedez” veo que su dentadura postiza hizo un movimiento zigzagueante en su comedor y salió impulsada de tal forma que terminó parando en la mesa de al lado, justo arriba del flan con dulce de leche que había pedido de postre una pareja de recién casados.
“¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Socorro!!! ¡¡¡Un odontólogo!!!”, pedí a los gritos, pero nadie me dio bola. Agarré la dentadura de la Mabel, le pedí disculpas a la pareja enamorada y le grité a la vieja chota: “Abrí la boca, carajo”… y le chanté la dentadura como pude. No sé de qué forma se la calcé que los colmillos le quedaron en el centro y las muelas en lugar de los colmillos. ¡¡¡Parecía un criter la culiada!!!
Al final nos quedamos con la duda de lo que nos quería decir la vieja borracha. Ahora la están llevando en andas los mozos. No puede ni dar un paso del pedo que tiene.

martes, 10 de noviembre de 2009

La Chona vende Taperwer

Cuando llegamo’ a las casa con la Lore, veo que el Cacho estaba viendo Crónica: “…Catherine Fullop se quiebra el tabique por ojotazo con olor a pata en gala de Talento Argentino…”
-¿Quién habrá sido el ridículo que le lanzó un chancletazo? – preguntaba el Cacho inocentemente.
Nos fuimos a dormir y de la Catalina esta no se habló más.
Al otro día yo tenía la reunión de Taperwer. A las cinco cayeron las chicas a casa. Yo había preparado un bizcochuelo, medio crudo, porque justo que lo estaba horneando se nos acabó la garrafa.
“Mirá lo que me compré yo…”, “…y este viene con tapita…”, “…y mirá éste, es ideal pa’ guardá’ las gaetitas de agua…” Eran los comentarios de los productos que, por suerte, se estaban vendiendo de diez.
-¡Una masa este Taperwere! – lancé. Cuando, instantáneamente, todas notamos algo en la cara de la Rosa.
-¿Qué tení ahí? – preguntó la Ayelen. Era como una especie de gota de semen incrustada sobre la ojera izquierda.
-¡¡¡No me toquei!!! ¡¡¡No me toquei!!! – gritó la loca. Y continuó: -Es mierda de serpiente. La compré en Amodil. Dicen que es güenísima pa’ las ojeras.
-No me digai – saltó la Teresa Marta. Yo me chanto saliva de gusano. Es pa’ las estrías.
-Y yo me pongo semen de delfín… Así no me salen canutos en los sobacos – confesó la Raquel.
-¿Cómo harán para masturbar a un delfín? – preguntaba la Isabel.
Medio embolada porque a mis revendedoras de Tuperwer ya les interesaba más el tema de Amodil que el de las cajitas plásticas, les dije: -Manga e’ huevonas. Todo eso es verso… Pero, ¿saben qué? ¡¡¡La placenta de tortuga es buenísima!!!
-¿Y para qué? – preguntó la Dora.
-La verdad que no sé. Pero yo me la pongo todas las noches.
Cuando estábamos en el medio de la discusión (que la concha de jirafa, o el eructo de camello eran buenos pa’ la cera de los oídos) apareció en el patio, gritando, una pendeja de no más de diecisiete años en tetitas. Digo tetitas porque la pobre pendeja no había sido bien dotada por la naturaleza.
-¡¡¡Este degenerado me quiere matar!!! – denunciaba la pendeja.
Ante los gritos del resto de las viejas que se encontraban en casa y los ojos de desorbitada que tenía yo, nadie entendía nada.
-A ver nena… respirá hondo… tapate… y decime qué te pasa… - solicité.
-¡¡¡Es que el hijo tuyo me quiere matar!!! – gritó aterrada la péndex.
Cuando veo que venía el Ignacito caminando, muy canchero, desde su pieza con los bóxers azules. Esos que le regalé pa’ la confirmación. Les juro que en ese momento me emocioné. “Todavía tiene los bóxers azules mi hijo”, pensé.
Pero volví a la realidad de inmediato: -Vení Ignacio pa’ acá. ¿Qué dice la chica que vo’ la querí matar?
-La verdad viejita, que no sé qué le pasa a la trastornada esta. Estábamos besándonos y…Mientras la nena sollozaba, el Ignacito se bajó los calzoncíos y…”Ohhh…”, “Ahhh…”, “Uyyy…” fueron algunas de las exclamaciones de las viejas.
Peló una tararira el pendejo. De inmediato pensé: “Este debe ser adoptado, porque el Cacho ni ahí”.
-¿De dónde sacaste eso? ¿La compraste en el cotillón? – le pregunté a mi hijo. Mientras se la escuchaba desde un rincón a su prima, la Lore, que se relamía: “…Mmm… Nachito…”
Sin esperar una contestación por parte del Ignacito le ordené: “Tapate… no seái sucio… No ve’ que están las chicas”.
-Por mí, no te hagai drama – dijo la Yoli.
-Ta’ todo bien – largó la Azucena.
Si serán degeneradas estas viejas calentonas. Se lo comían con la mirada al pibe.
Bue… una vez que lo mandé al Nachito pa’ la cocina, la sentamos a la chica esta en un sillón, tratamos de calmarla y le dimos unas pastiitas de semen de tortuga, que venden en Amodil, y que son buenísímas pa’ el pánico.
Ahora estamos esperando que el padre venga a buscarla. Ya le prendí dieciocho velas a San Expedito para que la chica no lo denuncie al Ignacito por portación de armas de grueso calibre.

viernes, 6 de noviembre de 2009

La Chona va a Talento Argentino

Una vez que terminamos de morfarnos los sanguches de mondiola, le dije a la Lore: “Pendeja, acompañame que hoy está el cating de Talento Argentino en el Teatro de Martín”.
-¿En dónde? – me preguntó la nena.
-En lo del General – le contesté.
-¿Perón? – volvió a interrogar.
-Si serás tarada… El San Martín – aclaré.
Y pa’ allá partimos. Armamos una canastita con el mate, unos bizcochitos de grasa y una bolsa de nylon con yerba vieja secada al sol. Si hay malaria que no se note.
Llegamo’ al teatro y vimos que había como tres cuadras de cola. Había una mina que tiraba fuego pa’ arriba, otra que hablaba en jeringoso, un mago que te pedía un billete de cien, lo hacía desaparecer y después te devolvía uno de diez. En fin, había un montón de artistas.
En eso que estábamos atravesando la interminable cola, la Lore me preguntó: -¿Y vó’ tía qué lo que sabí hacé’?
-Aparte de soportarlo a tu tío yo soy una artista en potencia. Ya vay a vé’ – le dije.
Al lugar habremos llegado a eso de las tres de la tarde y a las diez de la noche estábamos recién adentro del teatro. Pero adentro había como mil monos, así que imagínense. Yo actué como a las dos de la mañana. Las ojeras me llegaban a las rodillas.
¡Cuánto talento hay en Córdoba, la puta que lo parió!!! Pasó un tipo, de unos cincuenta años, un tanto panzón, al que Guerra le preguntó: “¿Qué sabés hacer vos?”
Y el tipo contestó: “Yo sé hacer un asado de falda en cinco minutos”.
Sabé’ qué… en el acto pensé, yo con este tipo me casó. Agarró cuchillo y tenedor, prendió el fuego ahí, sobre el escenario, y en cuatro minutos y cincuenta y ocho segundos le estaba haciendo probar a Maximiliano un jugoso bocado de falda. ¡¡¡Mi amor!!!, grité en el acto. Y me miraron los encargados de seguridad. Me hice la boluda y miré para otro lado.
“Te vemos en la siguiente etapa”, le dijo la Fullop al asador y mientras el tipo se retiraba prometió hacer poio al disco en la próxima presentación.
Luego siguió una negra que bailaba cuarteto en bolas y movía las tetas al ritmo de la música, un artista plástico que hacía muñequitos con la cera de sus orejas y un artesano en moco, que construía casitas con sus propios mocos.
Cuando llegó mi turno, subí al escenario y la dulce de Cathy me preguntó: -¿Cómo te iamas tú?
-Io me llamo La Chona – respondí muy nerviosa.
-¡¡¡Qué beia La Chola!!! – trató de animarme la venezolana.
-No, Catalina. Me llamo Chona io – le aclaré a la pajuerana.
Y en el acto, Maximiliano Guerra me preguntó:-¿Y qué sabes hacer, Chona?
-Yo sé planchar, coser, cocinar, lavar a mano y, lo más difícil, administrar la economía de las casa - informé.
-A ver, muéstranos – solicitó Cathy. Y entonces llevé a cabo mi performance. Surcí dos camisas mientras cocinaba unos taiarines con queso y mientras planchaba los calzoncíos azules del Cacho. Cuando estaba por meter el flan a la heladera, el pescao de Guerra me apretó esa especie de signo más, ladeado. Sin embargo, la Cathy y el sonámbulo me dejaron seguir. ¿Cómo que qué sonámbulo? El nocturno… Ah, el nochero… Quique… Y pude terminar con mi número.
Apenas terminé, la Cathy fue la encargada de decirme lo que le parecía:
-Mira Cholita… Te ha faltado coordinar algunos movimientos, como ser: cuando sacaste la ropa del lavarropas le volcaste el caramelo hirviendo para el flan, y luego pusiste la carne en el freezer mientras metías el hielo en el horno. ¡¡¡Qué beiaaaa!!!
-Beiaa las pelotas – contesté muy enojada y le dí un patadón al aire con tanta mala suerte que se me fue la pantufla azul de mi pie derecho rumbo a la tribuna donde se encuentra el público. Pero justo en ese momento, la pelotuda de la Fullop se paró para ver qué sucedía y la pantufla le dio de lleno en el medio de la jeta y le fracturó el tabique nasal.
Se armó tal revuelo. Llegaron los paramédicos, la policía, los bomberos. Sacaron a Cathy en una camilla, chorreando sangre.
Y mientras veía cómo el resto de los integrantes del jurado y el público en general se aprestaba a retirarse del teatro, me agarró la desesperación. Y desde arriba del escenario, le grité fuertemente a Maximiliano: -¡Eh, Guerra! ¿Pasé a la próxima etapa? ¿Sí o no?

martes, 3 de noviembre de 2009

La Chona va a McDonalds

Tras dos días de no ver la luz del sol, y fuera de peligro, al Cacho le dieron de alta del Instituto Modelo de Cardiología. Todavía sin saber a ciencia cierta qué fue lo que le causó el patatuf, el Cacho está caliente, se lo nota. Fue así que apenas salimos de la clínica, paró un tasi y le pidió muy respetuosamente: “A Rioja y Cañada urgente”. El fercho puso primera y en cinco minutos nos encontrábamos en la esquina solicitada. Ahí pude ver un enorme cartel con luces de colores que titilaban. Mi sueño se había hecho realidad. El Cacho me estaba llevando a un telo. “¡¡¡Qué buen polvo!!!” era el nombre del lugar. No tardamos ni dos minutos en instalarnos en la habitación tres, que se encuentra justo al lado del lavadero, también improvisado y convertido en una pequeñísima habitación. Cuando entramos pude ver que en lugar de patas, la cama tenía tres o cuatro ladrillos cumpliendo esa función. “Por mí, que la cama sea una hamaca paraguaya… total, no la quiero pa’ dormir”, pensé. Mientras mi Cachito comenzaba a sacarme toda la ropa con olor a hospital me cantaba al oído un viejo tema de Gary: “Porque tú eres sesy…” y a mí se me caían las chabombas. Les juro que toqué el cielo con las manos. En menos de una hora tuve “tres oréganos… tres órganos… tres orgasmos”. Eso… justamente eso… tres orgasmos. Cuando, de pronto, al finalizar el tercero grité fuertemente: “¡¡¡Chomasooooo!!!”. Me acordé justo en ese momento que me había olvidado al salchicha el sábado en la peluquería. Pa’ colmo ya era martes. Y claro… el sábado me fui del local de la Graciela Norma con la preocupación de conseguir la pastillita milagrosa. El domingo estuve todo el día en la clínica con el Cacho. Los lunes no abren las peluquerías… y hoy martes, me acordé. Lo dejé al Cacho poniéndose los calzoncillos y salí volando pa’ lo de la Graciela Norma Cuafer. Cuando llegué ahí estaba, sentadito, todo teñido de colorado. Parecía la Viviana Canosa, el guanaco. Me estaba esperando. El muy hijo de puta se había tirado todo un bol de tintura preparada y había estado correteando por todo el salón. No se imaginan cómo quedaron las patitas del Chomaso marcadas por todas las paredes blancas de la pelu. Cuando apenas hizo el amague de abrir la boca para decirme que le pagara la pintura, no le di tiempo y le mandé: “Ahí tené’ vo’ Graciela Norma Cuafer… Ojo por ojo… Mirá cómo quedé yo… Me falta la pelota de fulbo y la camiseta de Colombia y soy el Pibe Valderrama con tetas”. Lo cacé al Chomaso, ahora en versión colorada, y nos fuimos pa’ las casa. Justo cuando llegábamos nosotros, llegaba el Cacho.-¡Ey, viejita! Vo’ sabé’ que me pica el bagre – me dijo el Cacho.-A mí también Cachito – le contesté.-Debe ser de tanto juntar nuestros pupos – deslizó el viejo guarango.Y en el acto propuso:-¿No querí’ que nos vamo’ pa’ Madonal? Ahí tá’ laburando la Lorena, la hija de mi primo el Augusto. Y para allá partimos. Cuando llegamos a Mc Donalds hicimos la cola como todo hijo de vecino y unos pasos antes de llegar a la caja, a la Lorena le tocó atender a un anciano italiano de aproximadamente ochenta años. -Hola querita… Quiero una cajeta feliz – solicitó el tano.-Así que vó’ queré’ una cajeta feliz. Tomá, aquí tenés… - le dijo la Lorena mientras se abría de piernas y le ponía el cara e’ gaucho en la nariz al viejo. Lamentablemente, la Lorena fue despedida del Madonal. No pude comer mi Bic Mag y nos tuvimos que ir el Cacho, la Lorena y yo a casa a preparar unos sanguches de mondiola con queso. ¡Están mortales! ¡Qué Madonal ni Madonal!Mientrás nos morfábamos los sanguchazos me atreví a preguntarle a la Lore:-Decime nena… supongo que vó’ te habrás lavado el quetejedi antes de mostrárselo al viejo, sino a esta hora lo deben estar velando al pobre tano. La nena no supo qué contestarme y siguió comiendo el sándwich.