jueves, 19 de noviembre de 2009

La Chona a dieta

Después de ese desagradable suceso diarreico y de una jornada de colitis aguda me fui a apolillar. Al otro día, cuando me levanté, pensando que había adelgazado unos cuantos kilitos al haber ido tantas veces al ñoba, miré la balanza y superé el temor que le tenía. Me le paré encima y pensé “que sea lo que sea”.
Y fue lo que debía ser. La guacha andaba pa’ la bosta. Se descompuso justo cuando yo la tenía que utilizar. ¡¡¡La aguja marcaba tres dígitos!!!
Agarré la balanza de una, abrí la puerta del baño y me fui pa’ el service. Ni le contesté al Cacho cuando me preguntaba, tostadas en mano, a dónde iba. Salí echando humo… parecía el tren de las nubes.
Cuando llegué al service, lo encaré mal: -Don técnico, esta guanaca anda pa’ la mierda – le grité al buen hombre.
-A ver… veamos. ¿Qué le está pasando? – me preguntó.
-Mire, vea. Está pesando de más.
Y el muy sinvergüenza se sacó los timbos y se paró sobre la báscula.
-Señora, temo decirle que la balanza anda bien. Mire. Yo peso 78,200 y aquí me está marcando 78,400. Debe ser por las bolas de fraile que me comí en el desayuno – me informó el técnico.
-No puede ser. Yo se la dejo a esta cosa. Usted revísela bien. Yo vuelvo mañana – lo obligué a que revise el armatoste.
Al otro día cuando volví a lo del técnico el buen hombre me comunicó que sí, que evidentemente había un pieza que estaba desgastada.
-Mire Chonita. Le cambié esta piecita – me dijo.
-¿Vio? ¿Vio que algo andaba mal? – me sentí un poco más aliviada.
-Son 140 pesos – me largó.
Y no me quedó otra que pagárselos. Tanto había insistido en que la máquina esa tenía algo que ahora no podía decir ni mu.
Volví a casa pensando que este buen hombre me había arrancado la cabeza. “Un poco caro por un resorte de porquería”.
Apenas atravesé la puerta de entrada a las casa y mientras el Cacho me decía “Hol…”, yo ni lo miré y me interné directamente en el baño: “Ahora vas a ver guacha cuánto peso io. Decime la verdá’, batime la posta”.
Y fue ahí cuando me batió la posta: 104,200. ¡¡¡Más que ayer!!!
El técnico me garcó, gasté 140 pesos al pedo y encima cada vez peso más.
No queda otra, hay que aceptar la verdá’ por más dura que sea. Pero aún me quedaba una última carta para resignarme definitivamente.
Fui al ropero, cacé el vaquero que me había regalado el Cacho pa’ mi último cumpleaño’ e intenté ponérmelo. ¡¡¡Morada quedé!!! No me entraba ni en un tobillo. No podía ni respirar, no podía. Casi tenemos que llamar a los bomberos pa’ que me saquen los lompas de mi humanidad.
“Es hora de empezar la dieta”, pensé.
Y al otro día, al alba, estaba en lo del Dotor Cormillot, en Dieta Clú’.
-Aquí está su dieta, doña Chona – me dijo la nutricionista.
-A ver… a ver: desayuno, una tostada; almuerzo, un tomate; merienda, un diente de ajo; cena, una sopita – leía mientras puteaba por lo bajo.
Pero, les cuento, me la banqué y aguanté la dieta por… cinco horas, má’ o meno’. Tengo un humor de perros. Me quiero comer un buen choripan y de postre un kilo de helado de tramontana. Pero también tengo que hacer un esfuerzo, sino voy a llegar al verano con las dimensiones de una foca.
Mañana les cuento cómo terminé mi primer día de dieta. Porque, al final, los que van a pagar los platos rotos, con mi humor de mierda, van a ser el Cacho y el Ignacito. ¡¡¡Pobres ángeles!!!

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