Cuando llegamo’ a las casa con la Lore, veo que el Cacho estaba viendo Crónica: “…Catherine Fullop se quiebra el tabique por ojotazo con olor a pata en gala de Talento Argentino…”
-¿Quién habrá sido el ridículo que le lanzó un chancletazo? – preguntaba el Cacho inocentemente.
Nos fuimos a dormir y de la Catalina esta no se habló más.
Al otro día yo tenía la reunión de Taperwer. A las cinco cayeron las chicas a casa. Yo había preparado un bizcochuelo, medio crudo, porque justo que lo estaba horneando se nos acabó la garrafa.
“Mirá lo que me compré yo…”, “…y este viene con tapita…”, “…y mirá éste, es ideal pa’ guardá’ las gaetitas de agua…” Eran los comentarios de los productos que, por suerte, se estaban vendiendo de diez.
-¡Una masa este Taperwere! – lancé. Cuando, instantáneamente, todas notamos algo en la cara de la Rosa.
-¿Qué tení ahí? – preguntó la Ayelen. Era como una especie de gota de semen incrustada sobre la ojera izquierda.
-¡¡¡No me toquei!!! ¡¡¡No me toquei!!! – gritó la loca. Y continuó: -Es mierda de serpiente. La compré en Amodil. Dicen que es güenísima pa’ las ojeras.
-No me digai – saltó la Teresa Marta. Yo me chanto saliva de gusano. Es pa’ las estrías.
-Y yo me pongo semen de delfín… Así no me salen canutos en los sobacos – confesó la Raquel.
-¿Cómo harán para masturbar a un delfín? – preguntaba la Isabel.
Medio embolada porque a mis revendedoras de Tuperwer ya les interesaba más el tema de Amodil que el de las cajitas plásticas, les dije: -Manga e’ huevonas. Todo eso es verso… Pero, ¿saben qué? ¡¡¡La placenta de tortuga es buenísima!!!
-¿Y para qué? – preguntó la Dora.
-La verdad que no sé. Pero yo me la pongo todas las noches.
Cuando estábamos en el medio de la discusión (que la concha de jirafa, o el eructo de camello eran buenos pa’ la cera de los oídos) apareció en el patio, gritando, una pendeja de no más de diecisiete años en tetitas. Digo tetitas porque la pobre pendeja no había sido bien dotada por la naturaleza.
-¡¡¡Este degenerado me quiere matar!!! – denunciaba la pendeja.
Ante los gritos del resto de las viejas que se encontraban en casa y los ojos de desorbitada que tenía yo, nadie entendía nada.
-A ver nena… respirá hondo… tapate… y decime qué te pasa… - solicité.
-¡¡¡Es que el hijo tuyo me quiere matar!!! – gritó aterrada la péndex.
Cuando veo que venía el Ignacito caminando, muy canchero, desde su pieza con los bóxers azules. Esos que le regalé pa’ la confirmación. Les juro que en ese momento me emocioné. “Todavía tiene los bóxers azules mi hijo”, pensé.
Pero volví a la realidad de inmediato: -Vení Ignacio pa’ acá. ¿Qué dice la chica que vo’ la querí matar?
-La verdad viejita, que no sé qué le pasa a la trastornada esta. Estábamos besándonos y…Mientras la nena sollozaba, el Ignacito se bajó los calzoncíos y…”Ohhh…”, “Ahhh…”, “Uyyy…” fueron algunas de las exclamaciones de las viejas.
Peló una tararira el pendejo. De inmediato pensé: “Este debe ser adoptado, porque el Cacho ni ahí”.
-¿De dónde sacaste eso? ¿La compraste en el cotillón? – le pregunté a mi hijo. Mientras se la escuchaba desde un rincón a su prima, la Lore, que se relamía: “…Mmm… Nachito…”
Sin esperar una contestación por parte del Ignacito le ordené: “Tapate… no seái sucio… No ve’ que están las chicas”.
-Por mí, no te hagai drama – dijo la Yoli.
-Ta’ todo bien – largó la Azucena.
Si serán degeneradas estas viejas calentonas. Se lo comían con la mirada al pibe.
Bue… una vez que lo mandé al Nachito pa’ la cocina, la sentamos a la chica esta en un sillón, tratamos de calmarla y le dimos unas pastiitas de semen de tortuga, que venden en Amodil, y que son buenísímas pa’ el pánico.
Ahora estamos esperando que el padre venga a buscarla. Ya le prendí dieciocho velas a San Expedito para que la chica no lo denuncie al Ignacito por portación de armas de grueso calibre.
martes, 10 de noviembre de 2009
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