jueves, 15 de octubre de 2009

La Chona y los bomberos

Hasta que el Cacho se enteró de nuestro paradero pasamos como tres días en cana. Claro, el guanaco ni se preocupó tampoco. ¿Se habrá dado cuenta que faltaba algo o, mejor dicho, alguien en las casas? Se debe haber pasado todo el día viendo partidos el vago ese.
Ayer, mientras me dormía una siestita en la celda, me despertó una chinche que saltaba arriba de mi panza. De un solo tincazo la muy hija de puta no saltó más. Pero me pica todo ahora.
Ahí viene el Tony, el boga amigo del Cacho.
-Hola don boga… ¿todo en orden?
-Sí, Chona. Está usted en libertad.
-¿Y con la Marta qué hacemo’?
-También queda en libertad.
-Che, Marta. Otra vez que se te ocurra chorearte algo te voy a romper el culo a patadas, ¿me entendiste? – amenacé a la Marta.
-‘Ta bien – me respondía la guacha mientras se rascaba el sobaco izquierdo.
Una vez en libertad le pedí al Tony que nos acercara en su lujoso auto a la farmacia más cercana. También le pedí que me prestara unas cuantas monedas y así pude comprar un tarro de Nopucid y dos desodorantes, uno para la Marta y el otro para mí. Y seguimos para casa nomás.
Cuando llegamos, yo lo saludé y le agradecí al Tony mientras la Marta se quedó tratando de conquistarlo. ¡¡¡A esta hija de puta le gustan todos!!!
Cuando entré a casa lo veo al Cacho, con la Mona al mangazo, y cocinando un pollo con papas. Parecía no haberse dado ni cuenta que yo estuve ausente por tres días. Y lo confirmé dos segundos más tarde.
-Hola Chonita. ¿De dónde venís? ¿Fuiste al súper? – me preguntó el sorete.
-No. Anduve de gira artística, pedazo de otario – le contesté.
Me pegué un bañazo de esos que te arrugan toda la piel. Cuando salí parecía de 92 años.
Al salir del baño, el divino del Cacho ya tenía la mesa preparada. La verdad que el pollo estaba de re chupete. Y el sabandija del Cacho no me dijo nada, pero había preparado unas ensaladas afrodisíacas.
Cuando ya me estaba haciendo efecto en el cuerpo, cuando ya lo miraba al Cacho con ganas de arrancarle esa camisa azul a la que le falta el botón del medio nos dimos cuenta que el pelotudo se había olvidado la hornalla prendida y había agarrado fuego el repasador de los ocho agujeros. Así distinguimos los repasadores: tenemos uno de tres agujeros, otro de seis y el de ocho.
Cuando el Cacho atinó a apagar la hornalla ya era tarde. Habían prendido fuego las cortinas, los geranios de arriba de la mesada y el delantal nuevo que me regaló Ignacito para mi cumpleaños.
Lo único que atiné a hacer fue llamar a los bomberos. En menos de diez minutos ya estaban en nuestro hogar. Desplegaron una escalera interminable, bajaron como cinco efectivos e ingresaron hacia el domicilio una enorme, larga y regordeta manguera, la que, producto de las ensaladas afrodisíacas, me calentó. Y me calentó aún más cuando empezó a salir el poderosísimo chorro de agua.
Mientras los bomberos intentaban sofocar el incendió, yo me escurrí entre ellos y desaparecí. Recién se dieron cuenta de dónde me encontraba cuando uno de los vecinos pidió que llamáramos a la policía porque me había puesto a bailar en lo más alto del autobomba totalmente en pelotas al grito de “Tirame agua papito y haceme tuya”.
La calentura no cesaba pero sí pude ver cómo el Cacho se hacía el boludo cuando uno de los bomberos le preguntaba quién era la loca que estaba bailando en bolas.
-No sé. Este barrio está lleno de putas – afirmaba el Cacho.
Pero ante el grito mío que exigía “Tirame agua papito…”, un bomberito muy joven, recién ingresado a la fuerza y presuntamente excitado, cumplió con mi ruego. Apuntó con la manguera a la altura del pecho, bien el medio de las dos gomas, y le dio paso al agua. Cuando el chorro impactó en mis tetas me di cuenta que la presión era tal que no la pude soportar y terminé cayendo desde el techo del autobomba hacia el otro lado del rodado. Casi me desnuqué.
-Estoy bien… estoy bien…- intenté disimular, pero nadie me creyó.
Yo no sé si fue el agua o el golpe, o las dos cosas juntas, pero la calentura ya cesó. Pobre Cacho, ahora él me anda corriendo porque también comió ensalada y la quiere poner a plazo fijo.

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