viernes, 23 de octubre de 2009

La Chona tiene mascota

Más allá que el Cacho nunca más me invitó a la cancha, nunca perdió ese romanticismo del cual me enamoré aquella noche luego de que me invitara a comer un chori en la placita del cementerio. Yo ya lo venía juzgando como una semana antes. Juraba que nunca se acordaría de esa fecha tan especial. Es más, no se acuerda ni de su cumpleaños, mirá si se va a acordar que hoy cumplimos aniversario de casados. Cumplimos como una tracalada de años de estar juntos; creo que son bodas de nylon. Esa mañana nos levantamos, como todas las mañanas, pero yo cambié mi rutina para ver si el Cacho se acordaba. No fui a barrer con la Dora sino que lo dejé para más tarde. Entonces me senté en la mesa con mi marido, puse la tostadora y calenté dos o tres criollitos que habían quedado de ayer. Le cebé tres mates y nada. Pero dos segundos más tarde me miró a los ojos y me dijo: -Chonita…-Sí, mi amor… - le respondí yo.-Ya vengo. Me voy a jugar a las bochas con lo muchachos – me contestó el viejo pavo. El se fue a jugar a las bochas y yo me fui a barrer, como de costumbre, con la Dora. -¡¡¡Vó’ sabé’ Dora!!! ¡¡¡El gorriao del Cacho ni se acordó que hoy es nuestro aniversario!!!-Yo te voy a dar un consejo Chonita, te voy a dar. Ahora cuando él llegue de jugar a las bochas con esa manga de vagos, vos te ponés el baby doll ese que te pusiste en la noche de bodas y ahí él se derrite – me sugirió.-Pero Dorita… ese baby doll no me entra ni en un sobaco – finalicé.Luego de dos horas de barrido y sin encontrar solución alguna al problema, me volví resignada a casa. Mientras preparaba un guiso de lentejas lo veo entrar al Cacho con una caja de cartón de galletitas de agua que tenía un enorme moño rosa. Se me acercó, me dio un beso en la mejilla y me entregó el paquete. “Feliz aniversario viejita”, me susurró el oído. Y a mí, quieren que le diga una cosa, se me cayeron los calzones. No tardé más de dos segundos en hacer bolsa la caja para ver qué había adentro. Pero en esos dos segundos tuve tiempo para imaginarme que podría haber una licuadora o un radiograbador o una juguera. Pero no… en la caja había un perro. Sí, escucharon bien. Un perro salchicha. Eso me había regalado para nuestro aniversario el dulce de mi marido. “Y bue… por lo menos se acordó”, pensé. Y mientras el salchicha nos miraba como queriendo entender quiénes eran esos dos pelotudos que lo acariciaban empezamos a buscarle nombre al que sería de ahora en más nuestra mascota. Chomaso fue el nombre que ganó por choreada. Entonces alcé al Chomaso para acariciarlo y ahí descubrí que el tarado del Cacho le había tatuado sobre el costado izquierdo del lomo “TE HAMO CHONA”. Sí, encima escribió amo con h el analfabeto. Hablando del Chomaso… es tan fiero el pobre, pero simpático. Además, ya nos encariñamos con él. Pero vamos a tener que ver una cosa. Desde que llegó no paró de comer ni un segundo. Este bicho nos va a fundir.

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