Después de haber aguantado más de dos horas en el sanatorio salió el médico del quirófano, totalmente ensangrentado y me dijo, muy preocupado: “Señora… hicimos lo que pudimos”.
A mí se me cayeron las medias, se imaginan. Empecé a temblar y mientras el Ignacito me abrazaba le pregunté:
-¿Pe… pe… pe… pero qué es lo que pasó, dotor?
-No le pudimos quitar la erección, me dijo el médico.
Me pasé todo el fin de semana poniéndole hielo en las bolas al Cacho. A los dedos de mi mano no los puedo ni doblar de lo congelados que los tengo.
Hasta que el sábado a la tarde me harté. Lo miré fijo al Cacho y le ordené: “Agarrate la bolsa de hielo vos que yo me voy a la mierda”.
-¿A dónde vas? – me preguntó.
-Me voy al yopin con la Marta. Vamo’ a ver unas medibachas que le hacen falta a ella y unos ruleros para mí. Dame las llaves del auto.
Agarré el Torino, le puse primera, puse el musiquero al mango con Cachumba y me fui a buscarla a la Marta.
Ahí salió la loca… con una remerita de leopardo. No dudé ni un segundo en gritarle: “Eh, yegua… ¿a dónde te pensá’ que vamo’? ¡¡¡Nos vamo’ al yopin, o vamo’!!! ¡Eso dejalo para la Feria Latina!
Cuando llegamo’ al yopin, el Torino empezó a largar humo por todos lados. No sé si el loco se calentó al verla a la Marta con esa remerita o el pelotudo del Cacho no le echó agua desde que lo compró. La cuestión es que la Marta me tranquilizó: “Dejame que a esto lo arreglo yo”. La muy puta se estiró el escote, se acomodó el ñocorpi con la intención de que se le notara que se le salía de la remerita, se pintó la trucha de rojo furioso y encaró al guardia de seguridad.
No pasaron dos segundos que la Marta venía camino al auto con el guardia tomado de la cintura. El buen hombre nos pudo solucionar el problema y, como recompensa, la Marta le dio su número de celular.
Estuvimos más de tres horas dando vueltas por el yopin, sin comprar nada porque la tarjeta de crédito no tenía saldo. Entonces, nos fuimos al súper a comprar las cosas para la cena con los veinte pesos que tenía en el bolsillo. Mientras metía en el changuito dos latas de alverjas, medio kilo de zanangorias y cien gramos de mondiola veo que el guardia del súper traía del brazo a la Marta. En el acto pensé que ahora se lo había levantado al seguridad de ese lugar. Pero no. La muy estúpida intentó chorearse una barrita de cereales. Cuando se la metió entre las tetas la vio el guardia y ahí sí que no hubo número de teléfono celular que la salve.
Mejor dicho, que nos salve. Ahora estamos en el móvil policial rumbo a la seccional once. Amigos, díganle al Cacho que me llame al Tony, el abogado amigo de él.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario